jueves, 20 de febrero de 2014

DERECHOS Y DEBERES: UN MUNDO POR CONSTRUIR PARA LA INFANCIA

“La familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores”[1]

En Colombia se ha procurado, desde la Constitución Política, otorgar los siguientes derechos a los niños y niñas:
·         La vida
·         La integridad física
·         La salud y la seguridad social
·         La alimentación equilibrada
·         Nombre y nacionalidad
·         Tener una familia y no ser separados de ella
·         El cuidado y el amor
·         La educación y la cultura
·         La recreación y la libre expresión de su opinión
·         Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos.
Sin embargo es común ver en nuestro país cómo no solo se vulneran los derechos de los niños y niñas sino cómo cada vez más los menores se convierten en pequeños infractores, escudándose en sus derechos y olvidando sus deberes. Esto obedece a la cada vez más socavada moral de los adultos, quienes influencian a los menores con el fin de evitar penas y castigos por faltas  graves como el hurto, por poner un ejemplo; desafortunadamente hoy vivimos con la incertidumbre de no diferenciar lo bueno de lo malo gracias a una sociedad cada vez mas perversa que acomoda las reglas a su conveniencia y necesidades, dadas las condiciones económicas y sociales desventajosas para muchos. Es así como podemos encontrar en el trasegar comunitario niños y niñas que son severamente castigados por no llevar el sustento diario, violentados fisca, moral y psicológicamente por no cumplir con requisitos sexuales de los adultos, ya sea para satisfacción de aquellos o como medio para adquirir ingresos económicos. El Estado, a pesar de tener las herramientas constitucionales para frenar este tipo de vulneración a los derechos, que no solo son de la infancia y la adolescencia sino de la comunidad en general, se ha venido ocupando cada vez mas por suplir algunas necesidades económicas, lo cual está bien, pero dichas estrategias deben ir acompañadas de estrategias de vida que ayuden a que tanto niños y niñas como adultos, entiendan, acaten y respeten los derechos y deberes que como humanos poseemos en una sociedad que teniendo cada vez mas figuras jurídicas olvida al ser humano en un contexto integrador no excluyente.
La Carta Magna proporciona herramientas que pueden orientar un verdadero desarrollo bio-psico-social de los niños y niñas de Colombia, pero quienes tienen la potestad para interpretarlas les han dado vuelta y las han manipulado para su propio beneficio. Es así como encontramos niños y niñas a quienes se les han vulnerado sus derechos desde la misma familia o sociedad,  creando  rencores sociales que se enquistan en los corazones de aquellos pequeños. Por “errores” de procedimiento, estos derechos pasan inadvertidos sin tener ninguna significancia social que redima a los pequeños y los reivindique con la comunidad.
Quienes trabajamos por y para lo social entendemos la letra “muerta” que en muchos casos significa la Ley de Infancia y Adolescencia, en el entendido que esta depende y está determinada por las condiciones económicas, sociales, culturales y políticas que con frecuencia son adversas, en especial en nuestro país caracterizado por la pobreza, la violencia y la injusticia social. La realidad hace que los derechos y deberes de los niños sean una verdad a medias, sin embargo, hacemos lo posible por apegarnos a estas políticas con el fin de propiciar espacios de amor, inclusión y armonía para quienes están más desfavorecidos y viven en el no-cumplimiento de sus derechos; porque hay que procurar, más que enseñar los deberes y derechos, vivirlos en la cotidianidad de nuestras vidas, siendo esta una pauta imprescindible para la vida social de los niños y niñas. Por ello los derechos no pueden ni deben ser ajenos a la cotidianidad, tanto derechos como deberes deben estar llenos de afecto y especialmente de sentido.
Cuando vemos este panorama hay quienes se desesperanzan, pero hay quienes tenemos ases para jugar y ser proactivos en procura de un mundo mejor en el que reine la iniciativa de los pequeños, los derechos y el aprendizaje de los deberes desde el ejemplo.

Todos los discursos fracasan si el niño es sólo un objeto”[2]

Nuestra labor es reivindicar al menor como ser humano pensante, la psicología como rama social es llamada a emancipar y no a alienar; es allí donde se debe actuar pensando en estrategias para que desde la célula familiar, como ente dinamizador de lo social, logremos apuntar a un verdadero desarrollo social donde no solo hablemos de derechos y deberes sino que los vivamos dando verdadero significado para quienes viven en estado de vulnerabilidad, procurando un  desarrollo holístico integrador que propicie mejores sociedades con seres humanos orgullosos de ser participes y protagonistas del desarrollo humano, seres humanos proactivos frente al respeto de sus derechos y al cumplimiento de sus deberes.
Tenemos un basto camino por recorrer en el que no solo veamos los derechos y deberes sobre el papel, un camino en el que estos sean parte activa de quienes nos sentimos con responsabilidades sociales frente a un tema que entreteje la urdimbre social.

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[1] Artículo 44 Constitución Nacional Colombiana.
[2] Analía Cacciari, Psicoanalista. Docente en la Facultad Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Lady Castaño M.
Psicóloga.
www.facebook.com/faroasesoria

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