“La familia, la sociedad y el
Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su
desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier
persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de
los infractores”
En Colombia se ha procurado, desde la Constitución Política, otorgar los
siguientes derechos a los niños y niñas:
·
La vida
·
La integridad física
·
La salud y la seguridad social
·
La alimentación equilibrada
·
Nombre y nacionalidad
·
Tener una familia y no ser
separados de ella
·
El cuidado y el amor
·
La educación y la cultura
·
La recreación y la libre
expresión de su opinión
·
Serán protegidos contra toda
forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual,
explotación laboral o económica y trabajos riesgosos.
Sin
embargo es común ver en nuestro país cómo no solo se vulneran los derechos de
los niños y niñas sino cómo cada vez más los menores se convierten en pequeños
infractores, escudándose en sus derechos y olvidando sus deberes. Esto obedece
a la cada vez más socavada moral de los adultos, quienes influencian a los
menores con el fin de evitar penas y castigos por faltas graves como el hurto, por poner un ejemplo;
desafortunadamente hoy vivimos con la incertidumbre de no diferenciar lo bueno
de lo malo gracias a una sociedad cada vez mas perversa que acomoda las reglas
a su conveniencia y necesidades, dadas las condiciones económicas y sociales
desventajosas para muchos. Es así como podemos encontrar en el trasegar
comunitario niños y niñas que son severamente castigados por no llevar el
sustento diario, violentados fisca, moral y psicológicamente por no cumplir con
requisitos sexuales de los adultos, ya sea para satisfacción de aquellos o como
medio para adquirir ingresos económicos. El Estado, a pesar de tener las
herramientas constitucionales para frenar este tipo de vulneración a los
derechos, que no solo son de la infancia y la adolescencia sino de la comunidad
en general, se ha venido ocupando cada vez mas por suplir algunas necesidades económicas,
lo cual está bien, pero dichas estrategias deben ir acompañadas de estrategias
de vida que ayuden a que tanto niños y niñas como adultos, entiendan, acaten y
respeten los derechos y deberes que como humanos poseemos en una sociedad que teniendo
cada vez mas figuras jurídicas olvida al ser humano en un contexto integrador
no excluyente.
La
Carta Magna proporciona herramientas que pueden orientar un verdadero
desarrollo bio-psico-social de los niños y niñas de Colombia, pero quienes
tienen la potestad para interpretarlas les han dado vuelta y las han manipulado
para su propio beneficio. Es así como encontramos niños y niñas a quienes se
les han vulnerado sus derechos desde la misma familia o sociedad, creando
rencores sociales que se enquistan en los corazones de aquellos
pequeños. Por “errores” de procedimiento, estos derechos pasan inadvertidos sin
tener ninguna significancia social que redima a los pequeños y los reivindique
con la comunidad.
Quienes
trabajamos por y para lo social entendemos la letra “muerta” que en muchos
casos significa la Ley de Infancia y Adolescencia, en el entendido que esta
depende y está determinada por las condiciones económicas, sociales, culturales
y políticas que con frecuencia son adversas, en especial en nuestro país
caracterizado por la pobreza, la violencia y la injusticia social. La realidad
hace que los derechos y deberes de los niños sean una verdad a medias, sin
embargo, hacemos lo posible por apegarnos a estas políticas con el fin de
propiciar espacios de amor, inclusión y armonía para quienes están más
desfavorecidos y viven en el no-cumplimiento de sus derechos; porque hay que
procurar, más que enseñar los deberes y derechos, vivirlos en la cotidianidad
de nuestras vidas, siendo esta una pauta imprescindible para la vida social de
los niños y niñas. Por ello los derechos no pueden ni deben ser ajenos a la
cotidianidad, tanto derechos como deberes deben estar llenos de afecto y
especialmente de sentido.
Cuando
vemos este panorama hay quienes se desesperanzan, pero hay quienes tenemos ases
para jugar y ser proactivos en procura de un mundo mejor en el que reine la
iniciativa de los pequeños, los derechos y el aprendizaje de los deberes desde
el ejemplo.
“Todos los discursos fracasan si el niño es sólo un
objeto”
Nuestra
labor es reivindicar al menor como ser humano pensante, la psicología como rama
social es llamada a emancipar y no a alienar; es allí donde se debe actuar pensando
en estrategias para que desde la célula familiar, como ente dinamizador de lo
social, logremos apuntar a un verdadero desarrollo social donde no solo
hablemos de derechos y deberes sino que los vivamos dando verdadero significado
para quienes viven en estado de vulnerabilidad, procurando un desarrollo holístico integrador que propicie
mejores sociedades con seres humanos orgullosos de ser participes y
protagonistas del desarrollo humano, seres humanos proactivos frente al respeto
de sus derechos y al cumplimiento de sus deberes.
Tenemos
un basto camino por recorrer en el que no solo veamos los derechos y deberes
sobre el papel, un camino en el que estos sean parte activa de quienes nos
sentimos con responsabilidades sociales frente a un tema que entreteje la
urdimbre social.
Analía Cacciari, Psicoanalista. Docente en la
Facultad Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata.